'El cuadro robado': Cuando el arte y el guion están de subasta

'El cuadro robado': Cuando el arte y el guion están de subasta

2’5 Butacas de 5

“El cuadro robado” tiene todos los elementos para ser una gran película, misterio histórico, crítica social, el glamur oscuro de las subastas millonarias, y una obra de arte perdida en el tiempo. Pero lo que pudo ser un thriller dramático con tensión histórica se queda en una serie de tramas desordenadas que no terminan de encajar ni emocionar.

La historia comienzo cuando André Masson, un reconocido subastador de arte recibe una carta en donde un obrero afirma tener en su propia casa una pintura original de Egon Schiele, desaparecida desde 1939 y presuntamente destruida por el régimen alemán. El hallazgo no solo tiene un valor incalculable en el mercado, sino que despierta una ola de preguntas éticas, históricas y personales que la cinta aborda como medianamente puede.

A nivel actoral, el elenco es correcto. La comedia, muy al estilo francés burgués, intenta ser irónica, pero a veces cae en lo exagerado. Eso sí, Lutz y Chevillotte son los que mejor se encontraron con sus personajes.

Uno de los temas más interesantes, y menos aprovechados en el cine, es el mundo de las subastas de arte. Ahí, la película sí ofrece pinceladas valiosas, cómo una pintura puede alcanzar precios absurdos solo por el prestigio del artista, cómo ese mundo es más especulación que pasión. Esa crítica a la élite cultural que juega a coleccionar mientras el resto del mundo arde es potente.

Uno de los puntos más bajos y que terminan por romper un guion mal estructurado está en su clímax. La historia de una obra saqueada por los nazis debería tener potencia emocional, tensión moral, incluso algo de thriller, pero aquí, durante la subasta final, pierde cualquier tensión narrativa tanto por la duración de la escena como del propio montaje.

“El cuadro robado” es una película con una premisa brillante, visualmente correcta, con momentos que prometen, pero que fracasa en la ejecución. Un guion más enfocado, una mirada más clara sobre su crítica al mundo del arte y un mejor manejo del tono habrían hecho toda la diferencia.