
“¿Quién quiere casarse con un astronauta?” es exactamente lo que su título y póster prometen, una comedia romántica LGBT, rosa, ligera, predecible y cursi, pero que, contra todo pronóstico, funciona mejor de lo esperado.
Yo no soy precisamente el público objetivo de esta cinta, que desde el minuto uno grita arcoíris en cada plano, pero he de decir que me entretuvo. Su ritmo es acelerado, no se detiene ni a respirar, y eso le juega a favor, empatizas con los personajes casi sin darte cuenta. Raúl Tejón es fantástico en el papel de David, un romántico meloso al borde del colapso emocional. Le crees todo, su ilusión, su desilusión, su caos emocional.

Eso sí, esta película es una comedia romántica de manual, con todos los clichés del género, malentendidos, llantos, enfados, reconciliaciones, bodas y monólogos de autovaloración. Todo está medido al milímetro para funcionar, incluso las torpezas y los diálogos empalagosos parecen parte del plan.
El mayor problema tal vez esté en el guion. No confía en que el público entienda los mensajes por sí solo. Prefiere lanzarlos a la cara, como si tuviera miedo de que se te escape alguna lección. Las moralejas llegan sin sutileza: el amor propio, la superación, la resiliencia, la importancia de priorizarte, todo muy válido, pero sermoneado sin pausa ni filtro.

Sin embargo, hay algo muy tierno y genuino en la forma en la que David, tras una gran decepción, decide seguir adelante con su sueño. Es un roadtrip por dentro y por fuera. Una carrera contrarreloj emocional. Es ridícula y excesiva a veces, pero también es divertida, brillante y coherente con lo que quiere contar.
El reparto se luce, especialmente por su diversidad, argentinos, uruguayos, españoles, cada uno con su acento y su propia gracia. Eso le da una textura muy natural y cercana. A algunos sectores más tradicionales o ajenos a lo LGBT puede que no les enganche, es una película hecha para quienes creen en los finales felices. Aunque a veces da cringe, es exactamente lo que promete, y a veces, eso es más que suficiente.

Su enfoque abiertamente LGBT, su diversidad de personajes y el ritmo ágil la hacen una propuesta fresca dentro de un género que muchas veces se siente repetitivo. Puede que no conecte con todos los públicos, y su guion no siempre confíe en la inteligencia del espectador, pero logra transmitir un mensaje claro sobre la importancia del amor propio y la valentía de seguir adelante tras una decepción. Para quienes buscan una historia ligera, colorida y sin miedo al romanticismo desbordado, esta película es una opción más que válida.
