3 Butacas de 5

La Segunda Guerra Mundial fue un momento histórico que marcó profundamente a la humanidad. Hay cientos de episodios sobrecogedores, impactantes y con una gran carga visual que han sido llevados a la gran pantalla. El cine sobre este periodo puede tomar distintos rumbos: bélico, político, de suspense o incluso pacifista. En el caso de “Never Alone”, se acerca más al documental dramatizado sobre las consecuencias del auge del nazismo, alejándose de los escenarios y hechos más conocidos que el espectador ya está acostumbrado a ver. No viene mal, por tanto, ser original e intentar aportar una perspectiva nueva sobre unos hechos tan sobradamente conocidos.

“Never Alone” es una coproducción de varios países del norte de Europa que narra los acontecimientos ocurridos en 1942 durante la ocupación nazi. Su director, Klaus Härö, centra la historia en Abraham Stiller, un magnate judío que vive con su familia en Helsinki. Además de empresario, es un hombre de fe y, al estilo de Oskar Schindler, ha sido benefactor de muchos judíos que llegaron al país sin papeles ni trabajo. En la película destaca una metáfora muy bella e ingeniosa sobre el algodón, que actúa como la tesis central de la obra y funciona en distintos niveles de lectura, condensando a la perfección la esencia del protagonista y de la propia película.

La cinta pone especial énfasis en la lucha de este pueblo por la supervivencia en tiempos convulsos, algo que puede resultar irónico si se compara con la situación actual en la Franja de Gaza. Por ello, si el espectador no está dispuesto a ver una película que muestre una perspectiva favorable al pueblo judío, quizá le convenga alejarse de “Never Alone”. La propuesta guarda cierta similitud con otra cinta estrenada recientemente, “Bonhoeffer, el espía”, con la que comparte muchos puntos en común, tanto en lo religioso como en lo político y bélico. Eran otros tiempos y no se puede mirar el pasado con ojos contemporáneos, aunque resulta difícil evitarlo con el genocidio tan presente en nuestros días.

Como lección de historia funciona; como drama, resulta simplemente correcto, faltándole cierto gancho que el realizador no ha sabido darle. Sirve, eso sí, como vehículo para el buen hacer de Ville Virtanen, que se mimetiza a la perfección con Stiller. A través de su mirada se sostiene toda la película, especialmente cuando el conflicto estalla y no le queda más remedio que luchar por todos los medios posibles para evitar que los judíos del país sean deportados a Alemania y caigan en manos de la Gestapo.
Resulta curioso cómo un país como Finlandia, siempre al margen, decidiera meterse de lleno donde no le llamaban, posicionándose con los nazis con la excusa de no parecer “los pardillos” de Europa. Un país en el que no habían entrado las tropas de Hitler y que no sufría otra presión que la autoimpuesta.

“Never Alone” es una película europea con músculo y buenas interpretaciones, pero que da la sensación de no llegar en el momento adecuado. Además, hay mejores refugios para conocer estos temas en el ámbito documental. Aun así, sigue siendo una propuesta entretenida que pone el foco en un aspecto de la guerra que nunca antes se había explorado en el cine.

