2’5 Butacas de 5

A veces hay películas románticas que lanzan buenas ideas al aire, conflictos que parecen que nos van a llevar a reflexiones profundas, complejas y originales. Pero luego todo eso se desinfla como una mala cita de Tinder.
Materialistas arranca con un prometedor prólogo ambientado en los primeros homínidos. Algo que de primeras me llamó la atención para bien, ya que darle una visión histórica y evolutiva al concepto de pareja me parecía algo muy interesante y original en una película romántica. A eso hay que sumar que la protagonista es una “matchmaker”, es decir, alguien que se dedica profesionalmente a buscar la pareja ideal a personas solteras. Un contexto ideal para una película que quiere reflexionar sobre el amor moderno en profundidad.

Y la película lo intenta. Lo que pasa que solo en momentos muy fugaces. Las reflexiones y las situaciones que lanza la historia son interesantes y en momentos puntuales parece que se va a poner seria y profunda con el tema (la charla en la cocina con Pedro Pascal o el interesante discurso de Zoe Winters a la protagonista en la calle), pero al final es como si la película se traicionara a sí misma y se vuelve la clásica película romántica de adolescentes, con conceptos sobre el amor tremendamente infantiles, utópicos e incluso peligrosos (el cierre de la trama de Zoe Winters es para hacérselo mirar). Todo esto hace que tengas la sensación de que has visto una clásica película de amor idealizado, pero disfrazada de un tono serio y profundo. Y eso a mí me hizo sentir engañado. Porque la película me estaba vendiendo un análisis complejo y realista sobre las relaciones modernas, y me encuentro con unas conclusiones cercanas al peor amor romántico.

Y es que Celine Song, lo narra todo con un tono frío, lento y calculado, imprimiendo a la peli ese tono de seriedad y profundidad que (en teoría) necesitaba la historia. Es como si estuviéramos viendo pasar por delante de nuestros ojos la última gran reflexión cinematográfica sobre el amor.
Pero no.
No puedes tener ese tono y luego tener un personaje tan caricaturizado y estereotipado como el de Chris Evans, un personaje y una trama que hemos visto ya (para mal) en un millón de películas románticas. O una trama con un desenlace tan ridículo (y tóxico) como el de Zoe Winters. Es como si el tono y el guion de la película no fueran de la mano. Y los actores lo defienden bien y le dan seriedad a la historia, pero es que el guion (especialmente en su parte final) se desinfla sin remedio hasta convertirse en otra historia tonta de amor con un mensaje final totalmente kamikaze.

Desde el punto de vista meramente cinematográfico, es cierto que, aunque el tono de la película no me funcione, Celine Song y los actores saben hacerlo bien. En eso también influye una banda sonora minimalista e intimista que va muy bien con la propuesta. Y hay que admitir que en algunos momentos lanza unas reflexiones al espectador muy interesantes. Por eso la voy a poner un aprobado, pero la peli, a mi juicio, es un lobo disfrazado con piel de cordero. Y como no me gusta sentirme engañado, voy a pensar que ha sido simple torpeza. Espero que la próxima vez Celine Song sepa acertar con el tono, porque capacidad para dirigir tiene.
En conclusión. Una película bien hecha, pero donde guion y dirección no están en la misma sintonía. Una pena.
“La producción de cualquier obra promedia es más valiosa que cualquier crítica que podamos hacer”.(Antón Ego)

