'Sin oxígeno': Un thriller en las profundidades del mar

'Sin oxígeno': Un thriller en las profundidades del mar

3’5 Butacas de 5

Desde el primer minuto, “Sin oxígeno” no pierde el tiempo en adornos, cuando menos te das cuenta, ya estás sumergido en las profundidades del Mar del Norte. No hay prólogos largos, la tensión se enciende rápido y no te suelta. La historia de Chris Lemons (Finn Cole) es, de por sí, un acto casi inhumano de supervivencia, pero la película sabe capturar ese “imposible” y convertirlo en un relato cinematográfico ágil y asfixiante.

La dirección de fotografía es uno de los grandes aciertos. Esa oscuridad fría donde no llega la luz del sol es tan real que casi puedes sentir la presión del agua sobre ti. La imagen se nutre de los pocos destellos disponibles, la luz interna de la cápsula, las bengalas de seguridad, la iluminación del equipo. Todo transmite esa sensación de que cualquier fallo, cualquier retraso, significa el final. Saber que este trabajo, reparar tuberías submarinas, es real, añade un extra de ansiedad a cada plano.

Las actuaciones están a la altura del desafío. Woody Harrelson, como el buzo experimentado Duncan, aporta esa energía de mentor, casi figura paterna, que le da peso emocional a cada diálogo. Simu Liu, como Dave, muestra una dureza que se rompe en los momentos clave, dejando entrever la heroicidad detrás de su frialdad inicial. Liu es carismático y merece verse más en este tipo de papeles. El resto de la tripulación, con Cliff Curtis como capitán y Mark Bonnar como jefe de la operación, aportan momentos pequeños pero determinantes, especialmente en el clímax, que es tan heroico como emotivo.

Hay un toque casi documental en el inicio, especialmente en el recorrido por el barco. Esas tomas más realistas y contemplativas sirven como una transición perfecta hacia lo individual y lo claustrofóbico. La tensión es constante, reforzada por el miedo que muchos tenemos a las profundidades. Si sufres de claustrofobia o talasofobia, esta película no te lo pondrá fácil.

En cuanto a las subtramas, la de la esposa de Chris intenta sumar una conexión emocional, pero se siente desconectada del resto de la narrativa. Hubiera sido más efectivo explorar más la dinámica entre los buzos, sus bromas, tensiones y complicidades, para reforzar el impacto del momento crítico. Aun así, los efectos de la tormenta, el realismo del vestuario y la precisión técnica del procedimiento para descender impresionan, todo parece tan mecánico y planificado, pero a la vez dependiente de la precisión y fuerza humana.

La banda sonora merece una mención aparte. Es probablemente uno de los elementos más potentes de toda la película, porque no solo acompaña, sino que amplifica cada momento clave. En las escenas de tensión bajo el agua, los sonidos graves y repetitivos simulan esa presión constante, como un recordatorio de que el tiempo se agota. En los instantes heroicos, la música se eleva con un tono épico que no cae en el exceso, sino que potencia la emoción y la sensación de grandeza de la hazaña.

“Sin oxígeno” es una película intensa, visualmente inmersiva y muy efectiva en su ritmo. No es perfecta, pero sí lo suficientemente poderosa para dejarte conteniendo el aliento. Con un guion más ajustado en las subtramas y más tiempo con los personajes bajo el mar, habría sido un imprescindible del género.