2 Butacas de 5

Creo que tenía 10 u 11 años cuando vi “La guerra de los Rose” (Danny DeVito, 1989). Apenas me acuerdo de ella, pero si tengo el recuerdo de que me reí bastante y de que tenía un tono esperpéntico y caricaturesco que hacía que te tomarás la película como una especie de fábula (creo recordar que en la original era el personaje de Danny DeVito el que hacía de narrador de la historia, lo que le daba ese tono de cuento exagerado y deformado).

Justo ese tono de fábula esperpéntica es lo que han quitado en esta nueva versión dirigida por Jay Roach y, claro, el resultado es difícil de digerir. Porque ver como una pareja prácticamente perfecta se terminan hiriendo hasta límites absurdos e incomprensibles es muy desagradable para cualquier espectador que tenga un poco de empatía. En la cinta apenas te ríes y casi todo lo que debería ser gracioso resulta incómodo, incoherente o vergonzoso. El director no ha sabido coger el tono de la historia en ningún momento. Cuando debe ser dramática el humor te saca fuera. Y cuando quiere ser graciosa, el tono serio te arruina la escena totalmente. Se ha quedado en una película que no funciona ni como drama familiar ni como comedia negra.

Y es una pena porque los dos actores principales lo dan todo por los personajes. Benedict Cumberbatch y Olivia Colman están geniales y hacen una pareja con mucha química, pero el guion y la dirección no funcionan. Y de verdad que da mucha rabia, porque sus personajes son muy interesantes (los cambios de roles de género que plantea el guion o los problemas de ego de cada uno) y sus conflictos son realmente potentes (el momento en que tienen que decidir quién se queda con los niños o la reflexión final de Ivy sobre su educación). Si hubieran apostado por una película directamente dramática y profunda sobre el hundimiento de un matrimonio, creo que hubiera funcionado mucho mejor.

O si, por el contrario, hubieran apostado por la comedia más negra y esperpéntica como hizo Danny DeVito quizás hubiera llegado a buen puerto. Pero la película navega entre dos aguas constantemente, perdida en su propio tono, sin saber encontrar su rumbo, hasta terminar naufragando en un tramo final que debería ser gracioso, y termina siendo cruel, incómodo y ridículo.
En definitiva, una película fallida. No funciona ni como comedia ni como drama. Me pondré de nuevo la original para ver si es que el factor tiempo es el que ha hecho que esta historia ya no funcione. Pero lo dudo mucho.
“La producción de cualquier obra promedia es más valiosa que cualquier crítica que podamos hacer” (Antón Ego)

