'La ley de Jenny Pen': el tiempo que no vuelve

'La ley de Jenny Pen': el tiempo que no vuelve

2´5 Butacas de 5

Hacerse mayor mola, cuando eres un niño. Envejecer asusta, cuando ya eres un adulto. En la última década, el cine de terror no ha dejado de explorar los miedos propios de la vejez. La falta de cuidados, la enfermedad e incluso el abandono son algunos de los temas más repetidos dentro de sus argumentos. La ley de Jenny Pen es una película convencional que pone en el foco la realidad de muchas residencias de ancianos.

El juez Stefan Mortensen, arrogante y ahora parcialmente paralizado tras un derrame cerebral, es internado en una residencia de ancianos que desprecia. Allí conoce a Dave Crealy, un perturbado que somete a los demás a un juego sádico llamado “La Ley de Jenny Pen”. Cuando una residente aparece muerta y el personal ignora sus advertencias, Mortensen decide enfrentarse a Crealy con la la ayuda de su compañero de habitación, el ex-deportista Tony Garfield. Juntos intentan acabar con ese reinado del terror.

La ley de Jenny Pen es un producto con un aspecto televisivo, por momentos teatral. El terror no responde a nada sobrenatural ni viene dado a través de sonoros jumpscares. Aquí, el terror proviene de la propia vejez y de la dejadez de los empleados de una residencia habitada por un sádico personaje que atemoriza al resto. El protagonista, un juez, tendrá que encontrar la manera de acabar con esta amenaza mientras lucha contra su propio cuerpo.

La película transita lugares comunes y no provoca ningún sobresalto más allá de alguna escena un tanto asquerosa. Dentro de su conservadurismo de puesta en escena, el director deja el suficiente espacio para que los actores exploren personajes hundidos e histriónicos y quizá, este sea su único punto fuerte.

La ley de Jenny Pen es una película de sobremesa que, si bien apunta en algunas direcciones interesantes, no termina de satisfacer las necesidades de un público cada vez más exigente.