'Afterburn': No pasa la prueba del consumo rápido

'Afterburn': No pasa la prueba del consumo rápido

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A veces nos apetece comernos un Big Mac. Y no pasa nada. Comer comida rápida de vez en cuando es un pequeño placer culpable que nos podemos permitir de vez en cuando. Y está bien. Pero imagínate que cuando pides tu McMenu la hamburguesa viene solo con el pan y sin patatas fritas.  

Eso es lo que te pasa cuando ves Afterburn. Sabes que vas a ver una película de acción tonta de consumo rápido. (No puedes esperar otra cosa de una película post-apocalíptica protagonizada por Dave Bautista y dirigida por un tal J.J. Perry). Hasta ahí bien. Me encanta ese tipo de cine cuando se hace bien. Es entretenimiento de encefalograma plano que a veces nos viene muy genial para apagar el cerebro.

Pero para que a mí eso me funcione mínimamente, tiene que cumplir uno de estos dos requisitos: o la peli es autoconsciente de que es una película chorra de acción y se lo toma todo a cachondeo, como hizo este año la divertidísima (y olvidada) “Sicarios en el avión”. O te curras unos personajes potentes y una trama interesante y entretenida con cierta coherencia en la acción (no confundir con realismo), como ha sido la saga John Wick o la mítica “Jungla de Cristal”.

Bien, pues Afterburn falla en las dos cosas. A ratos parece que se va a convertir en una peli de acción cómica y paródica, pero se queda en un espejismo donde los pocos chistes visuales que hay, no funcionan. Así que como película autoconsciente fracasa. Pero es que el guion, que parte de una premisa postapocalíptica interesante y con mucho potencial, no hay por donde cogerlo y está lleno de agujeros inexplicables (¿De dónde sacan la energía los malos? ¿A qué viene la trama de los caníbales? ¿Alguien me explica por qué el personaje de Bautista acepta la misión? ¿Estamos antes la trama romántica más forzada de la historia?). Todo va cogiendo poco a poco un nivel de incoherencia y estupidez bastante alto, usando todos los lugares comunes de este tipo de películas, pero haciéndolo torpe y mal, y con una parte final que es un delirio argumental que pone a prueba al fan más acérrimo (el plano final me dio hasta vergüenza ajena).

A eso súmale unos personajes más planos que una tabla de planchar y con muy poco carisma. Algo imperdonable en este tipo de películas, dónde, al menos, los malos deberían ser personajes carismáticos y atractivos (aquí el malo se tira haciendo lo mismo toda la película para luego terminar de la forma más ridícula posible. Y para seguir con los clichés da la casualidad que ¡es ruso!). Un desastre, vamos.

Y para colmo, para ser una película de acción, ¡pues no te creas que tiene tantas escenas de acción! Y las que hay están faltas de inspiración y de emoción. El ritmo termina a veces siendo pesado y casi estás deseando que llegue ya el final. Lo único destacable es que algunas de las muertes por disparo de bala son bastante espectaculares (muy de estética videojuego) y un diseño de producción algo interesante. Pero nada más.

  Ni la banda sonora se salva. Y lo siento por nuestro querido Roque Baños, pero la música parece sacada de una librería libre de derechos donde ha buscado por “escenas de acción” y ha puesto lo primero que le ha salido. Está claro que algunos tienen que pagarse las facturas.    

La experiencia es como tomarte un Big Mac insípido, una Cocacola sin gas o una pizza sin queso. Una peli de acción muy pobre que ni siquiera pasa la prueba de película de consumo rápido. Debería haber ido directamente a plataforma.  

Y recuerda:
“La producción de cualquier obra promedia es más valiosa que cualquier crítica que podamos hacer” (Antón Ego)