3 Butacas de 5

“El extranjero”, de Albert Camus, podría incluirse en más de un top de las mejores novelas del siglo pasado. Es una historia universal, capaz de impactar con la misma fuerza en cualquier década. Como adaptación más célebre tenemos la película de 1967, dirigida nada menos que por Luchino Visconti, con Marcello Mastroianni en el papel de Meursault y Anna Karina como su interés romántico. Por ello, el cineasta francés François Ozon enfrenta el reto no solo de traer la novela de Camus a la actualidad, sino también de dotarla de un nuevo sentido y de una personalidad propia, ya que la obra de Visconti constituye una referencia demasiado poderosa para cualquier cinéfilo que se precie.

“L’Étranger” ha pasado por los festivales de Venecia y San Sebastián sin demasiada repercusión, incluso con cierta tibieza. Y es una pena, porque aunque no sea una película superlativa, sí cuenta con sólidos elementos cinematográficos: una preciosa puesta en escena en blanco y negro a cargo del director de fotografía Manuel Dacosse, y la partitura de Fatima Al Qadiri, quien ya había destacado en la banda sonora de La abuela de Paco Plaza.

Ozon es un director que se puede considerar un auténtico autor, con una filmografía heterodoxa en la que destacan obras muy humanas, protagonizadas por poderosos personajes femeninos y con evidentes parentescos con el cine de Almodóvar o Xavier Dolan. Quizás “En la casa” o “La piscina” sean sus títulos más relevantes dentro de una carrera muy extensa. En este caso, adapta a Camus de una forma fría y distante, casi como si el espectador se viera obligado a mantener cierta lejanía respecto a los hechos. La historia no deja de ser una suerte de crimen y castigo en una sociedad como la Argelia de los años treinta, con el racismo como telón de fondo.

Meursault es un joven francés con una vida acomodada, pero sin ningún tipo de disfrute, como si le faltaran estímulos. Tiene un trabajo en el que podría ascender, pero no le interesa; mantiene un romance con una mujer muy hermosa, pero ella no le estimula demasiado; y como amigo tiene a un tipo deleznable, maltratador y casi proxeneta. Su vida es una monotonía absurda, donde Meursault no encuentra inspiración alguna. Dentro del relato del crimen y su consecuente castigo, vemos cómo cada uno de estos personajes —junto con un vecino que ha perdido a su perro (interpretado por el gran Denis Lavant)— aporta un mosaico de metáforas vitales que permiten situar a un protagonista tan introvertido.
En ese sentido, quizá la pluma de Camus tenga más capacidad de generar interés que el slow cinema de François Ozon. Se trata de un tempo narrativo que, si bien posee cierta belleza, puede resultar denso y redundante para algunos espectadores, algo similar a lo que ocurre con la serie “Ripley”, disponible en Netflix.

Benjamin Voisin y Rebecca Marder interpretan los roles principales; ella lo trabaja con más naturalidad y expresividad que él, en parte debido a la naturaleza de un personaje ausente de la vida, al que le cuesta sentir emociones y que, para experimentar algo real, llega a asesinar a un pobre árabe, acto que finalmente lo condena a muerte. La película plantea así un viaje entre el espectador y el protagonista que invita más a la reflexión que a la transmisión emocional.
Sin duda, esta versión de “El extranjero” no pasará a la historia y su público será bastante reducido. Tiene sus puntos fuertes y sus debilidades, pero en términos generales merece la pena si disfrutas de este tipo de propuesta.

