4 Butacas de 5

Hay películas que no necesitan giros para conmover, y “Los lazos que nos unen” juega en esa liga, la de lo íntimo, lo cotidiano que, de repente, se transforma. Una tragedia abre la puerta a vínculos inesperados, de esos que uno nunca imagina, pero terminan marcando una vida entera.
Carine Tardieu retrata ese proceso lento, a fuego bajo, donde una vecina distante, incluso incómoda con los niños, se convierte poco a poco en un pilar afectivo. Lo que empieza como una lamentable casualidad acaba siendo el descubrimiento de una nueva forma de familia. Y aquí la película acierta, no lo romantiza ni lo fuerza, lo deja crecer como crecen los afectos de verdad, con silencios, con dudas y con contradicciones.

En lo técnico, el ritmo es extremadamente pausado. La cámara se toma su tiempo en mostrar pequeños gestos, cambios imperceptibles en los personajes. Eso le da profundidad, pero también hacia el final se siente algo repetitiva, como si insistiera en lo que ya entendimos antes. Es un relato que se disfruta más con paciencia que con urgencia.
El reparto aguanta el peso de unas interpretaciones necesariamente contenidas. Valeria Bruni-Tedeschi encuentra un equilibrio entre la dureza de quien quiere proteger su independencia y la fragilidad de quien no puede evitar abrirse. Pio Marmaï es un padre en duelo que aprende a cuidar sin un manual de instrucciones.

Al final es un mosaico de personajes marcados por la tragedia, un padre que cría a un hijo que no es biológico, una vecina que pasa de la distancia a la maternidad improvisada, una nueva pareja que aporta otras contradicciones. El paso del tiempo, y el crecimiento de Lucille, la hija que nace tras la tragedia, funciona como hilo conductor, recordando que la vida no se detiene, que las ausencias duelen, pero también abren espacios inesperados.
Una película honesta que entiende que el duelo no se resuelve de golpe y que la familia no siempre es la que elegimos, pero puede ser la que necesitamos. Puede que su ritmo no sea para todos, pero quien se deje llevar encontrará una historia sencilla y, al mismo tiempo, profundamente humana. Quizás no elegimos las tragedias, pero sí lo que hacemos con los lazos que nacen a partir de ellas.

