3 Butacas de 5

En 1984, los excéntricos directores Lloyd Kaufman y Michael Herz levantaron la que se convertiría en una de las películas cumbre de la serie b estadounidense e hito de su mítica productora Troma Films: El vengador tóxico, que supondría el inicio de una saga de cuatro entregas. Cuarenta años después, Macon Blair -al guión y dirección- resucita al mito en la gran pantalla respetando las bases de la cinta original, aunque reformulando el tono extremadamente inmoral de su contenido y la precariedad de su producción.

Si en la de los ochenta el protagonista era el paleto limpiador del gimnasio de Tromaville, en la de Blair lo es Winston Gooze (Peter Dinklage), un conserje explotado que trabaja en una gran fábrica de la ciudad y que un día cae en un tanque de residuos tóxicos que le hacen mutar y buscar venganza de los despiadados señores corporativos que amenazan a su hijo y comunidad.

¿Es El vengador tóxico un remake innecesario? Sí, posiblemente. Como la mayoría de remakes que copan las pantallas en nuestro mundo actual. Pero, partiendo de esa base y de su realidad inherente de que la creatividad merma en detrimento de una frescura cinematográfica cada vez más escasa, la película de Blair es bastante resolutiva y ociosa. Con un argumento sencillo que imita la fórmula de venganza de su homónima ochentera aunque otorgándole mayor solidez y cierta profundidad de la que ésta carecía, El vengador tóxico lo apuesta todo a la excentricidad de sus personajes y a un humor negro inevitable con sus características. El halo de cinta de serie b tan característico se mantiene sobre todo en su desarrollo narrativo, con el malvado y estúpido empresario interpretado por Kevin Bacon, o el grupo de sicarios rockeros comandados por un tenebroso y ridículo Elijah Wood, articulando una trama de venganza sencillísima pero al menos con un poco más de sentido que la original.

Es posible que el espectador no habituado exclame: ¡¿qué demonios es esto?! Pero, sin duda, supondrá un gran divertimento para el amante del género, pues ver a un ser mutante y deforme decapitar o desmembrar delincuentes con una fregona radioactiva es algo que a todos nos hace la boca agua. Eso sí, la brutalidad que Kaufman & Herz imprimieron en su pionera obra no se refleja para nada en la de este año. Y es que, a pesar de ser en gran parte una comedia negra, en la del siglo pasado no había hueco para un ápice de moralidad. La psicopatía inundaba las calles de la truculenta Tromaville, y los cachas del gimnasio podían hacer sus ejercicios en press de banca habituales para después salir a asesinar niños y perros brutalmente, o los maleantes de la esquina matar a golpes a un policía por diversión. ¡El alcalde era el mayor criminal de la ciudad! Este tono tan agresivo y brutal no se replica en la misma medida, a pesar de intentar construir la ciudad, y sobre todo el ambiente de la fábrica y sus líderes, como un entorno oscuro y opresivo. A pesar de que creo que el trabajo de Blair es bueno y la cinta posiblemente supere a su predecesora, me quedo con la frase lapidaria con la que Toxie sentencia al alcalde en la peli del 84 antes de sacarle las tripas: “¡Vamos a ver de que estas hecho!”.

