'Münter y el amor de Kandinsky': La mujer detrás del genio

'Münter y el amor de Kandinsky': La mujer detrás del genio

Dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y la película “Münter y el amor de Kandinsky”, dirigida por Marcus O. Rosenmüller, es la prueba de ello. El filme rescata la figura de Gabriele Münter, una pintora brillante cuya voz y talento quedaron eclipsados durante décadas por la sombra del célebre Kandinsky. A través de un arranque prometedor, un flashforward a las redadas nazis contra el “arte degenerado”, la cinta nos adentra en un viaje entre pasiones, decepciones y paisajes europeos. Una historia de amor, arte y silencios que devuelve a Münter al lugar que siempre mereció en la historia del arte.

Durante la primera parte vemos a Münter como protagonista de su propia historia, desde sus pasos por distintas escuelas conservadoras de arte hasta el momento en que conoce a Kandinsky, profesor brillante pero ya casado, con el que inicia un romance lleno de pasión, decepciones y heridas. Esa espiral amorosa se combina con el retrato de una mujer adelantada a su época, que buscaba un espacio propio en un mundo que siempre la relegaba al segundo plano.

Lo mejor está en lo visual, la fotografía retrata paisajes europeos, praderas verdes, en las que casi se deja sentir el viento, interiores cuidados al detalle, y sombras que hablan por sí solas. El vestuario y la dirección de arte completan una recreación de época que transporta sin esfuerzo, casi irónico que una película sobre pintores no cuidara esto, pero aquí está más que aprobado.

Mención especial merecen las interpretaciones de Vanessa Loibl, que aporta fuerza y vulnerabilidad a Münter, y de Vladimir Burlakov, que encarna a Kandinsky con el carisma y las contradicciones necesarias para entender su magnetismo y ego de artista.

El problema es que, tras ese arranque sólido, la segunda mitad se derrumba. Se vuelve repetitiva, conversaciones, pintura, más conversaciones. El ritmo decae hasta sentirse como un bucle. Se echa de menos más tensión histórica, más foco en la persecución nazi al arte, que podría haber añadido mayor relevancia. En lugar de eso, la trama insiste en los altibajos de la relación, que terminan volviéndose previsibles.

La película reivindica la figura de Münter, la rescata del olvido y le da el lugar que merece. Pero al mismo tiempo, dibuja a Kandinsky como el villano, infiel, egoísta, siempre en el centro, mientras ella queda marcada como la otra. Eso funciona a ratos, aunque cae en clichés del biopic, el genio que, de repente y sin mucho contexto, tiene una revelación artística y crea su gran obra.

Una cinta correcta, con un arranque potente y un acabado visual impecable, que sin embargo se pierde en su propio bucle narrativo. Te atrapa en sus primeros minutos, pero acaba diluyéndose. Aun así, si lo que buscas es descubrir a Münter y entender por qué su nombre merece sonar junto al de Kandinsky, aquí encontrarás un retrato digno.