3 Butacas de 5

Bajo un envoltorio con tendencias hitchcockianas y tras un arranque tenso y elegante, “Vieja Loca” propone un cuento terrorífico y minimalista sustentado en un título tan contundente. La película encuentra en Carmen Maura la manifestación del mal, una encarnación de la enajenación que sirve como festejo para un público sediento de humor negro, violencia y sexo, como el del Festival de Sitges: una parroquia que disfruta del aspecto más lúdico y primario del séptimo arte. Es una esencia pura y primaria, como los loopings de una montaña rusa.

Carmen Maura ha demostrado, desde que era muy joven junto a Pedro Almodóvar y hasta nuestros días, que es una actriz de raza, versátil y capaz de conectar con la audiencia. En un papel tan extremo, se la ve disfrutar fotograma a fotograma, algo que se transmite desde la butaca. Interpreta a una madre enajenada, dueña de una cala apartada, que en una noche de lluvia tortura a su yerno mientras el espectador va descubriendo su pasado a través de sutiles toques de información que completan el retrato de esta familia argentina venida a menos. Los traumas del pasado eclosionan en la violencia del presente.
Pedro recibe una llamada de su ex, que le pide por favor que visite a su suegra, ya que está sola y ella se encuentra muy lejos. La demencia hace que la anciana fabule, y tras una llamada cada vez más peligrosa, la hija entra en alerta. Alicia, totalmente senil, empieza a “disfrutar” con el pobre Pedro: lo droga, lo maltrata física, sexual y mentalmente, en una historia de corte intimista con solo tres personajes y una casa en ruinas.

Escrita y dirigida por Martín Mauregui, la película ofrece un trabajo de puesta en escena interesante, que deriva en un pulso vibrante. La fotografía en claroscuro convierte un hogar familiar de las afueras en un auténtico pasaje del terror. Esta coproducción entre Argentina y España aprovecha bien sus bazas, con un montaje brioso y sin rodeos. La película es clara y directa: no engaña a nadie. Sabe sacar el humor negro cuando llega a sus momentos más extremos, en un ejemplo claro de que menos es más.

Si bien es cierto que el guion funciona más como una excusa, los personajes están bien definidos y las situaciones se vuelven progresivamente más bizarras con el paso de los minutos. Se puede extraer una lectura sobre la salud mental en la tercera edad, la vivienda o la descomposición de la pareja en el siglo XXI. Pero, sobre todo, se trata de un festín donde Carmen Maura se sacia plenamente bajo la producción de Bayona, en una propuesta que hará disfrutar tanto a los amantes del género como al espectador más curioso.
No aporta nada nuevo, pero la historia entretiene, siendo descarada y brutal en ciertos momentos. Todas las familias son locas a su manera, y esta en particular lo es más, sobre todo porque la abuela no duda en empuñar un cuchillo bien afilado cuando la ocasión lo requiere.

