3 Butacas de 5

Siempre se ha dicho que los animales, y en concreto los perros, son muy sensitivos en lo relacionado con lo sobrenatural. Existe el cliché en la ficción de terror de la mascota ladrando a una esquina vacía de la estancia o quejándose lastimosamente sin motivo aparente, de manera que después se descubre la existencia de cualquier clase de espíritu maligno rondando las inmediaciones. Good Boy toma esta idea y la convierte en película, vuelve la terrorífica y clásica anécdota argumental en el motor absoluto de su narración desde un punto de vista formal y de contenido.

La película arranca con la mudanza del perro Indy (Indy) y su dueño Todd (Shane Jensen) a una casa rural en medio de un tupido bosque, donde pronto el animal comienza a descubrir que algunas fuerzas sobrenaturales y aparentemente maliciosas se ciernen sobre ellos, mientras trata de luchar para proteger a su ser más querido.

El estadounidense Ben Leonberg pone en la pantalla a su propio perro, Indy, para filmar su primera película bajo la productora, también de su propiedad, What´s Wrong With Your Dog. No es de extrañar que el rodaje se extendiera durante 400 días a lo largo de tres años, pues su mayor virtud reside en el protagonismo íntegro del perro. Aquí no hay efectos especiales ni nada por el estilo, el equipo de Good Boy se dejó el alma para conseguir que Indy interpretase un papel insuperable. 72 minutos suficientes para otorgarle un Oscar canino. Las genuinas reacciones del perro, sus miradas, quejidos y compostura en el plano denotan un enorme trabajo detrás para construir el particular punto de vista del filme. No se puede dejar de decir que estamos ante ¡una película de terror protagonizada por un perro! La atención está captada mucho antes de su visionado.

Ahora sí, al margen de su particularidad inimitable, por la que mayor bombo se ha dado a la película internacionalmente, Good Boy es un ejercicio algo caótico y reiterativo de terror ramplón, o más bien insípido. El argumento no hace otra cosa que desviar la atención hacia su brillante forma, pues se construye mediante una concatenación algo hastiosa de secuencias terroríficas bastante comunes y sin demasiado rumbo. El trasfondo de enfermedad no interesa demasiado, y realmente lo conocemos de refilón -de manera intencionada-, ya que la focalización perruna lo impide. Es una cinta liviana, que se siente ejercicio de estilo más que obra completa.

