'Springsteen: Deliver Me From Nowhere': Las sombras del poeta

'Springsteen: Deliver Me From Nowhere': Las sombras del poeta

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Sobra reconocer la trascendencia artística de la figura de Bruce Springsteen. Un emblema del rock y de la trama musical general de los Estados Unidos que a día de hoy sigue estando vigente con la misma fuerza con la que irrumpió hace ya más de 50 años. Ahora, en una era donde el género del biopic ha invadido las salas de cine en los últimos años, resulta bastante oportuno el hecho de llevar a la gran pantalla un pedazo de la vida del cantante oriundo de New Jersey.

En Springsteen: Deliver Me From Nowhere, largometraje dirigido por Scott Cooper, no nos encontraremos con la excentricidad ni la vanguardia de alguno de los mejores biopics musicales recientes y más bien nos enfrentamos ante una película de manual con todos los callejones y puertas narrativas por donde este tipo de películas suele recurrir. Pero que, a pesar de no ser nada innovadora en su estructura y pecar de genérica por buenos ratos, es innegable decir que, a diferencia de otras cintas similares, el retrato de Bruce Springsteen en el cine es una prueba plenamente disfrutable con unas actuaciones de primera y en ciertos momentos unos deslindes estilísticos interesantes.

La fuerza del film recae en que, incluso siendo predecible, logra abordar con detenimiento y conciencia las fisuras de uno de los casos más personales en la escena del rock en Estados Unidos en ese momento. La salida de Nebraska en 1982, el disco más radical y experimental del cantautor, fue para el punto de vista mediático como escuchar plegarias de ayuda en medio de unas sinfonías arraigadas del folk y el country, obviando completamente lo eléctrico de sus álbumes predecesores. La película articula los valores típicos de este tipo de cine, pero empieza a cobrar un sentido extra cuando la cinta no busca hacer un simple traslado general de los hechos contados y sabidos por los más acérrimos conocedores de la materia. En Springsteen: Deliver Me From Nowhere, el arco intrapersonal del protagonista es el foco principal del relato; el camino por completar Nebraska no es más que un punto de partida para explorar la etapa más sobria e infernal del emblema del artista. La lucidez parte de los puntos bajos y la catarsis se disuelve en secuencias musicales donde no destaca lo idílico de la situación, sino que se remite al proceso terapéutico y meditativo del héroe de la historia.

Como he mencionado, uno de los mayores aciertos del filme es su reparto, resaltando la potente presencia de Jeremy Strong como el representante de la estrella musical y, claro, de Jeremy Allen White. El cual, a diferencia de otros intentos interpretativos de personas reales que hemos visto en la industria, aquí el actor no se aferra a la vaga imitación y, en contraposición, contempla una visión de Springsteen más terrenal, como si se tratara de un músico joven cualquiera con la misma ilusión de encontrarle sentido a su lírica como a la de su vida.

Springsteen: Deliver Me From Nowhere no viene a contribuir una avalancha de concepciones más allá de las ordinarias vistas en el género, pero sí que al menos es digna y consciente de su falta de originalidad para intentar brillar discretamente mediante otras vías a partir de un tratamiento personal y concreto basado en fragmentos esenciales en la vida y obra del poeta callejero. No es un catalizador fílmico en absoluto; sin embargo, reaviva temporalmente lo vital de sus intenciones más allá de la perezosa idea de representar la grandiosidad de la superestrella sobre el fondo emocional del relato.