4 Butacas de 5

“Esa cosa con alas” no es una película que busque asustar, es más un drama psicológico, que, con la ayuda del realismo mágico, explora las heridas del duelo, la paternidad y la soledad con una sensibilidad muy humana. Basada en la novela homónima de Max Porter, la película sigue a un joven padre(Benedict Cumberbatch) que intenta recomponer su vida tras la muerte repentina de su esposa mientras cuida a sus dos hijos pequeños (Richard y Henry Boxall). Pronto, el duelo toma forma física en un extraño cuervo humanoide, una presencia tan absurda como perturbadora que empieza a habitar el apartamento y la mente de la familia.

Southern divide su relato en cuatro actos, el padre, los niños, el cuervo y el demonio, cada uno con una mirada distinta. No es una historia cómoda, su ritmo es pausado, y repetitivo, aunque puede sentirse cansino a mitad de la película, funciona como reflejo del propio duelo, un proceso cíclico, lleno de recaídas y pequeños momentos de lucidez.
El trabajo de Cumberbatch es, sin duda, el alma de la película. Su interpretación tiene algo de teatral, más hacia afuera que hacia adentro, pero logra transmitir ese dolor desbordado y la desesperación contenida de un hombre que no sabe cómo seguir adelante. Los niños, interpretados por los hermanos Boxall, equilibran la balanza con actuaciones más naturales y contenidas, generando una química creíble que sostiene el corazón del filme.

El cuervo, con sus efectos prácticos deliberadamente falsos, puede desconcertar, no da miedo, pero representa de forma simbólica la presencia del duelo, esa criatura que te abraza con sus enormes alas y no te suelta. La película no busca ser The Babadook, aunque la comparación es inevitable, más bien es una reflexión sobre cómo la mente crea monstruos para poder afrontar la realidad.
La fotografía de Ben Fordesman, en formato 4:3, contribuye a esa sensación de encierro emocional. Cada plano está cuidadosamente compuesto, con un uso expresivo de la luz que convierte la casa en una jaula mental, un espacio tan íntimo como opresivo.
“Esa cosa con alas” no es para todos. Es triste, lenta y a ratos desconcertante, pero también es honesta, y humana. Habla del dolor sin miedo, de la risa que aparece entre lágrimas, y de cómo el amor puede sobrevivir incluso cuando la persona ya no está. Dylan Southern firma una película imperfecta pero valiente, un estudio emocional del duelo que no pretende dar respuestas, sino acompañarte en el proceso.

