3’5 Butacas de 5

Son pocas las veces que la mítica y pictórica ciudad de las luces es retratada como se debe, Paris bajo la dirección de los franceses siempre refleja lo que es, y más cuando usas una época como finales del siglo XIX para contar una historia tan interesante como intrigante. Tal es el caso de “Los colores del tiempo” dirigida por Cédric Klapisch, nos cuenta dos historias paralelas que, aunque separadas por más de un siglo, están totalmente conectadas entre el pasado, presente y futuro, según se mire.

En esta historia con un elenco coral y bien casteado, seguimos a un grupo de herederos de una casa abandonada que no se conocen entre sí, pero que poco a poco se darán cuenta que tienen más similitudes que diferencias, la sangre, la historia, y la vida de una mujer que marcó sus destinos sin saberlo. Adèle, interpretada con sensibilidad por Suzanne Lindon, una joven pintora que emprende una búsqueda para saber más de su propia madre.
En paralelo, en el presente, Abraham Wapler, Vincent Macaigne y Julia Piaton y Zinedine Soualeme dan vida a los cuatro de 30 primos que, a través de una serie de diarios, fotografías y cartas, reconstruyen la vida de Adèle y con ello su propio origen. Klapisch aprovecha el recurso del montaje alterno para contar una historia que cómoda y naturalmente se mueve entre el pasado y el presente, sin perder ritmo ni emoción.

El diseño de producción y la dirección de fotografía, a cargo de Alexis Kavyrchine, logran que cada época respire su propia identidad. En el siglo XIX predominan los colores, tonos cálidos, los juegos de luz natural y la textura pictórica del impresionismo, en el presente, la paleta se enfría, los espacios son más neutros, la tecnología lo consume todo. La película, fiel a su título, utiliza el color como vehículo emocional y narrativo.

“En los colores del tiempo” la comedia se mezcla con la reflexión y, a través de pequeñas situaciones cotidianas, nos recuerda que mirar hacia atrás no siempre es un acto de nostalgia, sino de comprensión. Invita a detenernos, a escuchar lo que el pasado todavía tiene que decirnos, y a entender que solo aceptando de dónde venimos podremos avanzar hacia el futuro.

