'Drácula': un amor eterno e inalcanzable

'Drácula': un amor eterno e inalcanzable

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Considero que, a estas alturas, todo el mundo identifica la historia del infame conde Drácula como una tragedia romántica. Tantas veces ha sido reajustado el viejo relato de Bram Stoker que ya no le sienta bien a nadie. Esta vez es Luc Besson el que se anima a presentarnos una versión que no dista mucho de lo que hizo Coppola hace treinta y tres años. Un drama romántico donde, alejado del terror esotérico, el autor francés se deja llevar por el núcleo del drama: un amor imposible.

Tras una devastadora pérdida, el príncipe Vlad II, conde Drácula (Caleb Landy Jones), renuncia a Dios y es maldecido a la vida eterna, condenado a vagar solitario a lo largo de los siglos. Este es el relato sobre la historia de amor jamás contada del infame vampiro, que desafiará al destino y la mortalidad en busca de su amor perdido.

Drácula de Luc Besson es una tragedia, un relato cargado de épica y fatalidad donde el barroquismo y la excentricidad no rehúyen la mirada. Motivado por la mirada hipnótica de un Caleb Landry Jones que lo engatusó con su papel en Dogman, donde interpretada a un marginado social que encabezaba una venganza sangrienta a través de una jauría de siervos. Ahora, enfundado en los voluptuosos disfraces del Conde Drácula, el carismático actor francés da vida al famoso vampiro desolado por la pérdida de su gran amor.

Este es un relato despojado del terror de otras propuestas como la reciente Nosferatu (2024, Robert Eggers) para centrar el tiro en un lugar mucho más convencional, la imposibilidad de un amor eterno. Luc Besson nos sumerge en una atmósfera de cuento para dar rienda suelta a un imaginario aparentemente único que aporta ciertas novedades a un relato dado de sí. Pese a los intentos y a su gran hacer en la primera mitad de la película, Drácula se desmorona en un tercer acto previsible, carente de emoción y algo rutinario.

Y es que cuando el espectador se enfrenta a un relato ya narrado anteriormente, su atención y vinculación emocional pasa por encontrar en él algo diferente, algún jugo que todavía quede por extraer. Sin embargo, pese a su majestuoso envoltorio y unas interpretaciones correctas, Drácula de Luc Besson no ofrece sino una reiteración de una tragedia machacada por la cultura popular.

Drácula contiene secuencias verdaderamente memorables y compone una historia entretenida y lo suficientemente atractiva como para merecer su visionado, sin embargo, no ambiciona a nada más. Una tragedia romántica con un gran diseño de producción y una gran interpretación.