4 Butacas de 5

Recuerdo (hace ya muchos años) como me impresionó ver “Vencedores o vencidos” (Stanley Kramer, 1961), seguramente una de las mejores películas de juicios de la historia del cine y que trataba precisamente sobre los juicios de Núremberg. Es decir, los juicios que se hicieron a la Alemania nazi después de la 2ª Guerra Mundial y que son la base de los derechos humanos y del derecho internacional actual.
Cuando se hizo “Vencedores o vencidos”, hacía menos de 20 años que habían ocurrido los hechos. Ahora, 80 años después de lo ocurrido, parece que se nos está olvidando un poco lo que pasó y sobre todo lo que nos llevó a todo eso. Por eso una película como “Núremberg” (James Vanderbilt, 2025) es, desde mi punto de vista, bastante necesaria para recordar lo que fue todo aquello y lo que significa 80 años después (la reflexión con el presente actual es demoledora y de una ironía histórica terrorífica).

La película se centra en los juicios a los altos mandos nazis, especialmente, lo ocurrido con Hermann Göring, interpretado por un Russell Crowe que se come la pantalla cada vez que aparece. Toda la trama se centra en la relación que tienen él y su psicólogo americano (interpretado por un carismático Rami Malek), que intentará entender y profundizar en la psique del que iba a ser el heredero de Hitler.
La cinta dura dos horas y media, pero desde el primer minuto te atrapa en su conflicto principal y no te suelta. Cada escena te lleva al siguiente paso de la trama con un ritmo narrativo firme y preciso. Prácticamente militar. Quizás es porque a mí este tema me interesa especialmente, pero la película se me pasó volando y de hecho no me hubiera importado que durara más y profundizara en otros aspectos de la historia que se quedan en el aire.

Como cine de juicios entretenido y dinámico funciona de maravilla. Quizás a nivel histórico y filosófico se queda un poco en la superficie usando varios tropos de guion forzaditos (las pastillas de cianuro o el clímax final) y lanzando ideas muy complejas, pero sin profundizar en ellas (las “sutiles diferencias” entre lo que hacían los nazis y los países democráticos o la insinuación de que en nuestra sociedad democrática también pueden surgir personajes como Göring o Hitler). En ese aspecto, el guion busca más el entretenimiento y la emoción fácil que la profundidad y la complejidad de la historia, algo que sí se hacía en “Vencedores o vencidos”, dónde prácticamente se trataba en profundidad todos los problemas de un juicio de este calibre.

Aun así, la película funciona muy bien en su objetivo de recordar aquello que no debe volver a ocurrir (la durísima proyección de las imágenes reales de los campos de concentración) y no se corta al hacer una crítica a las sentencias de los aliados y a la pena capital, mostrando si tapujos y con una dureza espeluznante lo que es una ejecución por ahorcamiento. Sin duda, una de las escenas más duras y emocionalmente complejas de la cinta.
Algo que me ha sorprendido de la película es que su estilo es muy clásico. Parece una película de juicios de los años 90. No hay ningún rasgo narrativo moderno ni nada que llame especialmente la atención a nivel audiovisual. En ese aspecto es superclásica y no aporta nada nuevo. Simplemente, se centra en contar la historia para que la entiendas bien y sin sobresaltos audiovisuales. Eso puede hacer que la película parezca más plana y sosa, pero la hace también más atemporal y universal, y dado el tema que trata me parece una elección acertada.

En definitiva, una entretenida película sobre el juicio más importante del siglo XX, muy bien interpretada, con un guion un poco superficial, pero muy dinámico, que nos cuenta una historia que, tal y como está el mundo actual, es necesario recordar para no olvidar lo frágiles que pueden ser las democracias y los derechos humanos.
Y recuerda:
“La producción de cualquier obra promedia es más valiosa que cualquier crítica que podamos hacer” (Antón Ego)

