3 Butacas de 5

Hacer una película biográfica sobre alguien tan complejo y azotado por la vida, siempre trae sus riesgos narrativos, y más aún cuando decides centrarte, no en los años gloriosos, sino en lo que vino después. En “La vida fuera” Mario Martone sigue ese camino para mostrarnos a Goliarda Sapienza, escritora italiana cuya vida estuvo marcada por polémicas, contradicciones y una intensidad que pocas veces encuentra espacio en las biopics tradicionales.

Como ocurre con tantos artistas, su trabajo fue muy criticado en vida y solo después de su muerte empezó a recibir el reconocimiento que merecía. Una mujer adelantada a su época, con una vida marcada por la pérdida, la inestabilidad emocional, la militancia política y un recorrido artístico tan intenso como irregular. “La vida fuera” intenta capturar todo eso, pero pronto queda claro que Goliarda es un personaje tan complejo que ni una película entera consigue abarcarlo todo.
Todo comienza cuando Goliarda decide robar unas joyas que la lleva a pasar un tiempo en la cárcel. Es un comienzo más que interesante, y lo curioso es que el filme encuentra su mejor versión justo en ese espacio. Irónicamente, las mejores escenas, ocurren dentro de la prisión y no fuera, a pesar de que el título de la película sugiera lo contrario. Entre rutinas carcelarias surge un inesperado sisterhood entre mujeres que, a pesar de venir de mundos completamente distintos, comparten vulnerabilidades, miedos y una necesidad brutal de ser escuchadas.

Pero después llega el afuera, los constantes saltos temporales y los problemas de la película. Martone decide fragmentar la historia, alternando pasado, presente y recuerdos que intentan explicar quién fue Goliarda y por qué vivía en ese estado de contradicción permanente. Los saltos no aportan y distraen, rompen el ritmo de algo que funcionaba muy bien. Para una figura tan compleja como Goliarda, quizás la película necesitaba menos expansión y más foco.
Eso sí, la recreación de la Roma de los años 80 es un auténtico goce, colores cálidos y saturados, calles vivas, y un verano divertido que te hace desear haber vivido allí en esa época. Hay planos que parecen sacados de un álbum familiar, con esa nostalgia que mezcla belleza y suciedad al mismo tiempo. Por muy atractiva que sea la puesta en escena, el guion no siempre está a la altura de lo que propone.

Aun con sus irregularidades, “La vida fuera” tiene momentos potentes, esa humanidad dentro de la prisión, esa amistad nacida en el lugar menos esperado. No es una biopic al uso, es un acercamiento parcial, emocional, a una artista que siempre se movió entre luces y sombras.

