3 Butacas de 5

No es novedad la premisa de la que parte la nueva película del creciente director Osgood Perkins (Longlegs, The Monkey): una pareja que se retira a una cabaña en el bosque para pasar un fin de semana de ensueño. Esta clase de prometedoras escapadas no suelen devenir en absoluto en alguna clase de disfrute, sino que auguran -y el público bien lo sabe- horrores inenarrables de cualquier naturaleza. Esto no significa que haya que tumbar la película por los prejuicios hacia su trillado punto de partida, pues en muchas ocasiones el desarrollo posterior y su envoltorio formal pueden resarcir esa falta de originalidad primera. Esto es lo que ocurre en buena medida en Keeper, sexto largometraje del estadounidense, que reafirma aún más su enorme talento para la puesta en escena del terror en pantalla. Perkins, ya especialista en el género, deleita los sentidos -a un lado de la narración- con la cuidada estética y composición de sus imágenes, rasgos que conforman un estilo autoral propio reconocible a lo largo de su obra. El cineasta sabe jugar con el espacio -elemento primordial en la película- a su antojo para construir el horror desde detrás de las cámaras, sugiriendo en gran medida, pero también haciéndolo explícito casi desde el inicio.

Si algo tiene Keeper es que, en cuanto al terror puro, no se anda con chiquitas. Va a por ello desde el principio, siendo aterradora casi desde su secuencia inicial. Esto no significa que, fuera del tono, vaya al grano en lo argumental, pues pese a durar apenas una hora y cuarenta minutos se siente con dificultades continuas para avanzar y desvelar su siguiente mecanismo. Es algo reiterativa y le cuesta reinventarse dentro de su propio desarrollo. En ámbito del desarrollo narrativo, pierde algo de fuelle cuando en el tercer acto opta por la sobre explicación final algo tópica de villano-plan malvado, que por otro lado une y da sentido a las pistas en forma de secuencias oníricas diseminadas en la cinta a lo largo de su metraje. Algo similar sucedía en su aclamada y muy superior Longlegs, con la diferencia de que esta jugaba sus cartas finales con mucha más sutileza e ingenio.

En su tono, Keeper puede recordar a la bastante reciente Nunca te sueltes (2024) de Alexandre Aja, que transcurre en una cabaña forestal bajo una constante amenaza exterior, así como al j-horror japonés, sobre todo con la “criatura del cuello largo”, muy en la línea del folclórico yokai Rokurokubi. Siempre en constante equilibrio entre explicitud y sugerencia, Perkins logra conferir una gran personalidad antagónica a “la amenaza” que sustenta la película, de forma que el interés, por mucho que decaiga por momentos por el estancamiento ya mencionado, no se esfuma en ningún momento del todo. Existen muchos tópicos por otro lado en cuanto al desarrollo argumental. Los males del terror contemporáneo del estilo pareja heterosexual en un entorno nuevo en que el hombre toma por desequilibrada a la mujer protagonista que no deja de percibir cosas extrañas, el vecino extraño, la construcción del hombre como figura protectora… ¿Puede ser esta la película menos original de Osgood Perkins? Es posible, pero aun así, gracias a la encomiable construcción atmosférica, que logra una experiencia por momentos realmente aterradora, y a la gran labor de, sobre todo, Tatiana Maslany, a cargo de casi todo el peso interpretativo, Keeper se alza como una propuesta a tener en cuenta dentro del género. No es la mejor de su director, aunque, para mí, sí que supera a su anterior The Monkey (2025).

