'Abuela tremenda': una diversión sincera

'Abuela tremenda': una diversión sincera

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Este jueves 1 de enero se estrena en cines de España Abuela tremenda (2026), la primera película dirigida por la habitual de la televisión Ana Vázquez (Olympo), que consigue sacar una sonrisa en más de una ocasión pese a no ser el no va más en ninguno de sus aspectos.

Un nuevo jefe joven y con ambición (Santi Alverú) llega a la directiva de la empresa de Daniela (Toni Acosta) y organiza una escapada rural de co-working con sus empleados. Daniela lleva a su hija Alexia (Carla Pastor) con ellos muy a su pesar, pero el torbellino de su abuela Toñi (Elena Irureta) no tarda en llegar con su característica caravana para pasar tiempo con su nieta sin dejar de meterse en líos.

Estamos más que acostumbrados a la vulgarmente conocida como “españolada”; comedia barata con personajes tópicos y argumentos superficiales. Es cierto que se hace ya un poco cansina la presencia de tanta cantidad de películas de esta clase en la cartelera año tras año, pero es imposible negar que el público mayoritario es lo que, en parte, busca. Cine de desinhibición, de velocidad crucero. Películas de corta duración, para pasar un rato agradable sin estrujarse demasiado el cerebro. Cine amable. Y, cierto es que, Abuela tremenda con todos sus estereotipos, trivialidades y absoluta intrascendencia, es ante todo sincera y no engaña a nadie desde su propio título. Es imposible entrar en esta cinta pensando que va a ser una obra maestra. Por eso, si se sabe lo que se va a ver, la película de Ana Vázquez no puede ni mucho menos decepcionar. Sabe mantener la cadencia precisa de gags y momentos dramáticos -obviando la falta de originalidad del subtexto- configurando un ritmo narrativo estupendo, además de existir, gracias a que tres generaciones distintas de mujeres orbitan el centro de la acción, una triple posible identificación por parte de abuelas, madres y nietas. La implicación emocional es fundamental en el cine.

Uno de los elementos que más resalta positivamente en el visionado de esta comedia es la química entre los actores. Se nota que lo pasaron en grande rodando cada secuencia, y es que para transmitir buen rollo y emoción como lo hacen, primero tienen que sentirlo ellos. No me sorprende, porque yo también disfrutaría participando en una competición de comer croquetas, huyendo de una bola gigante por las calles de un pueblo o participando de los inteligentes “simpas” de la abuela tremenda Toñi (no hacer en casa). Toda situación acaba derivando en un disfrute excepcional tanto para los personajes como para el público y así, en un visto y no visto, aparecen los créditos en la pantalla tras un final reconfortante y humano -de lo más previsible, evidentemente-.

En su ópera prima, Ana Vázquez ha conseguido, sin huir del cauce habitual de la comedia comercial española, construir un producto apto para el consumo poco exigente, pero disfrutable y carismático gracias a sus personajes e implicado elenco actoral. Me pregunto quién, en el fondo, no querría tener una abuela tan molona como Toñi.

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