'Solo nos queda Bailar': El arte a través del amor

'Solo nos queda Bailar': El arte a través del amor

4´5 Butacas de 5

El despertar sexual siempre ha sido uno de los temas más tratados en cuanto al amor se refiere, sobre todo en el marco del cine independiente. En los últimos años, varias películas nos llegaron al corazón tratando temas como este, el desamor o el amor adolescente. Y curiosamente, muchas de ellas eran de temática LGTBI: la galardonada Call Me By Your Name, La vida de Adele, Con amor, Simon o Carol son solo algunos de los ejemplos más recordados de un cine que, por suerte, cada vez encontramos más en la gran pantalla. Algunas más tristes y otras más alegres, pero todas nos tratan de una manera esplendida el descubrimiento sexual por parte de sus protagonistas. Ahora nos llega Solo nos queda bailar, otra película que, estoy seguro, emocionará a la audiencia.

La historia nos traslada a Georgia, en nuestra época. Merab es un joven bailarín que lleva practicando baile toda su vida en la Compañía Nacional de Danza. Es un chico ambicioso y que parece decidido a triunfar en este mundo, como lo intentó su padre y su abuela en su momento. Un día llegará a la compañía Irakli, un joven muchísimo más despreocupado que se convertirá, no solo en su rival, sino también en una obsesión para él. Merab se verá envuelto en una espiral de deseo y ambición que le pondrá contra las cuerdas y que le hará replantearse, no solo su futuro y su pasión por la danza, sino también su propia vida y sus sentimientos.

La historia que nos cuenta Solo nos queda bailar te cautiva y te envuelve desde el primer momento, gracias al arte y a la pasión que se siente en cada uno de sus planos y de sus escenas. Es casi imposible que no entres desde el principio en la tormentosa relación de Merab e Irakli y que, como el primero, estés ansioso porque su historia vaya un paso más allá, en una sociedad en la que la homosexualidad no está nada bien vista. La película de Levan Akin tiene tantos puntos a tocar y tantas perspectivas que su visionado acaba resultando muchísimo más enriquecedor. Intentaré delimitarlos para hablar de ellos en profundidad, porque la cinta lo merece.

Uno de los grandes temas que nos trata Solo nos queda bailar es, como hemos comentado anteriormente, el despertar sexual de su protagonista y esa “historia de amor” que plasma la película. El descubrimiento sexual de Merab está tan bien construido, tan cuidado, que es imposible que no admires el guion de Levan Akin, al igual que la relación que se va creando entre los dos protagonistas, que termina resultando delicada, frágil y preciosa (a la vez que dura). Tal vez llegue a recordar a Luca Guadagnino y su obra maestra Call Me By Your Name, y puede incluso que caiga en algún que otro cliché, pero eso no quita que sea una de las mejores películas LGTBI de los últimos años, que conseguirá enamorar y atraer al público más representado con una historia original y que emociona.

Por otro lado, la película termina resultando un canto a las nuevas generaciones. Solo nos queda bailar es, también, la confluencia entre lo antiguo y lo nuevo, retratando una nueva generación de jóvenes que luchan por sus ideales y que disfrutan como personas de su época, sin importar las tradiciones o la retrograda sociedad que representa la película. Y ya no solo eso, sino que la película con esto también quiere representar la libertad: libertad para ser quien quieres ser, libertad para tomar tus propias decisiones, libertad para poder escoger qué hacer con tu vida sin que la sociedad te imponga su tradición o se entrometa.

Pero ante todos los temas que pueda tratar la película, hay que reconocer que Solo nos queda bailar es una alabanza al arte. La danza, tanto en su nivel más nacional como en un punto más doméstico, invade la cinta en todas y cada una de sus escenas. Akin sabe muy bien cómo hacer un retrato preciso, sensible y pasional del mundo de la danza a través de la relación de amistad y amor de los dos protagonistas. Porque, al fin y al cabo, de eso va el film: la representación del arte a través del amor, de un amor clandestino, indebido, que no puede luchar contra las normas de una sociedad georgiana que no ve con buenos ojos esa clase de cariño. La danza y el arte es la clave, lo que mueve a los protagonistas, lo que les hace sentir tanto como el amor, porque el arte también es amor.

En un apartado más técnico, la película consigue otro sobresaliente. El sueco demuestra con Solo nos queda bailar que es uno de los directores europeos más prometedores con una dirección que podría rivalizar con la de uno de los grandes. Akin utiliza la cámara a su antojo, para filmar un trabajo talentoso y, sobre todo, con un marcado estilo, para conseguir retratar de una manera correcta y vistosa la historia de Merab y, sobre todo, esas escenas de coreografía tan bien dirigidas y planeadas. Todo esto se fusiona con una banda sonora que, como la película, mezcla temas clásicos y más periféricos con canciones de autores como ABBA o Robyn. Lo tiene todo para gustar.

El reparto, por lo general, consiguen unas interpretaciones muy limpias, realistas, que en muchas ocasiones casi parecen sacadas de un documental. Pero la verdadera estrella de Solo nos queda bailar es Levan Gelbakhiani. El actor es el centro de toda la trama, con una interpretación brutal, tanto en el apartado físico como en el emocional. Y eso siendo su primer papel en una película, tiene mucho mérito. Espectacular. Por otro lado, tenemos a Bachi Valishvili y Ana Javakishvili, quienes también consigue interpretaciones muy dignas y emocionantes, sobre todo esta última en el papel de Mary, uno de los personajes clave de la historia.

En conclusión, Solo nos queda bailar me parece una de las obras más incontestables del 2020. Una historia llena de pasión, libertad, revolución y, sobre todo, arte y danza. La historia de amor de Merab e Irakli pasará a la historia como una de los “romances” más icónicos del cine europeo y del LGTBI. Levan Akin utiliza a estos dos chicos para hablar de las nuevas generaciones, de la tradición georgiana y de la danza, en una película que consigue captar la atención del espectador y enamorarlo. Akin dirige como si lo llevara haciendo toda su vida y Levan Gelbakhiani es la estrella revelación con su interpretación del joven protagonista, una actuación tan dura como sensible. No se la pierdan, porque no les va a defraudar.