'Aves de Presa': Una emancipación a medias

'Aves de Presa': Una emancipación a medias

3 Butacas de 5

Entre todo el ruido generado en torno a la irregular Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016), solo había una cosa clara: que Margot Robbie era una excelente Harley Quinn y que se merecía la oportunidad de reivindicar al personaje con un producto a la altura. En efecto, basta con salir de casa en Halloween o carnavales para comprobar que la (ex)novia del malogrado Joker de Jared Leto se ha consolidado como un icono popular moderno, hasta el punto de que la estética que Robbie luce en el film ha calado incluso en los cómics de DC. Al fin, cuatro años y varios millones de ganancias en merchandising después, Aves de presa llega a los cines para redimir a la doctora Quinzel.

Y en ese sentido, misión cumplida. Cathy Yan ha sabido explotar las virtudes de la película de Ayer (el apartado visual y el talento de Robbie, básicamente) pero dándoles mayor coherencia, más empaque y, sobre todo, un desarrollo narrativo para el personaje de Harley que no se limita a enlazar gags sueltos o buscar excusas para explotar su físico. Sigue siendo el mismo personaje que encantó a sus fans en Escuadrón suicida, solo que más tridimensional, carismático y hasta alocado, ahora que se ha consolidado como dueña y señora de la función.

Otros puntos a favor imposibles de pasar por alto son la estupenda banda sonora y unas coreografías de lucha sencillamente geniales. Cada pelea del film es puro cómic, pero al mismo tiempo logra transmitir un realismo poco habitual en un género copado por héroes con habilidades sobrehumanas: cuando Harley derriba a un asesino de la mafia mediante acrobacias y su experto manejo del bate de béisbol, el resultado es espectacular por exagerado, pero también extrañamente creíble. Y esto último es importante, porque uno de los errores más mortales de Suicide Squad fue su empeño por hacer relevante a una humana como Harley en un conflicto que involucraba a seres milenarios de incalculable poder. Aquí, en cambio, el personaje se encuentra en un ambiente que le va como anillo al dedo.

Por desgracia, Aves de presa dista mucho de ser una película perfecta. Gran parte de la culpa la tiene precisamente el absoluto protagonismo de Harley Quinn, que reduce al resto de Aves de Presa a mera comparsa: Canario negro y la Cazadora son fantásticas, pero su participación sabe a demasiado poco, mientras que Renée Montoya parece un cliché con el que ironizar. En conjunto, no obstante, el equipo funciona cuando al fin se reúnen, cosa que no puede decirse de un caricaturesco y desaprovechado Roman Sionis (Ewan McGregor, o un señor al que han puesto ahí porque se le parece mucho, no lo sabemos).

Tampoco termina de convencer la planificación del primer acto, demasiado lastrado por su empeño en abusar de los flashbacks: las continuas rupturas narrativas reproducen con acierto el carácter imprevisible y espontáneo de Harley (que ejerce también como narradora), pero hacen que el ritmo se resienta y acaparan un metraje que podría haberse invertido en desarrollar más al resto de personajes, en lugar de en repetir sucesos ya vistos o conocidos.

Confieso que aquí puedo estar cayendo en el farragoso terreno de las apreciaciones personales, pero en mi caso habría agradecido un tono aún más gamberro y explícito para la película: la purpurina y los colores brillantes funcionan muy bien como propuesta estética, pero cuando en una historia sobre psicópatas y guerras entre familias mafiosas se vierten toneladas de confeti y apenas dos gotas de sangre, queda claro que el tono del film es pura fachada. Harley jamás es retratada en pantalla como una asesina, sino que parece más bien una gamberrilla inocente que no puede arriesgarse a perder el favor del espectador. Es como si los responsables de la película no quisiesen reconocer lo que todos sabemos y se esforzasen hasta el ridículo por blanquear la falta de empatía y la brutalidad de Harley, más cercana a la violencia inofensiva de un cómic de Mortadelo o un capítulo de los Looney Toones que a alguien peligroso de verdad. Pero el tono (auto)paródico de la película me obliga a insistir en que, seguramente, es culpa mía no haber conectado del todo con Aves de Presa, así que no quiero disuadir a nadie de ir a verla: si eres fan de Harley o buscas pasar un rato divertido en el cine, lo más probable es que te encante el resultado final.