'Sinónimos': Enloquecida tragicomedia sobre la inmigración

'Sinónimos': Enloquecida tragicomedia sobre la inmigración

3´5 Butacas de 5

Avalada por el Oso de Oro en el último Festival de Berlín, llega Sinónimos a las pantallas españolas para mostrar a los espectadores la problemática de la inmigración para una persona que no sabe ni de dónde viene ni a qué pertenece.

Sinónimos narra la historia de Yoav, un joven israelí que tras renegar de su país decide marcharse a París con el fin de empezar una nueva vida, abandonando su lengua y todo lo que le une a sus raíces. Allí se verá obligado a enfrentarse a las adversidades propias de la situación y luchar por su supervivencia e integridad en un entorno desconocido.

A partir de sus propias experiencias Nadav Lapid, su director, construye una película esencialmente trágica y reflexiva en clave de comedia, por lo que pese a estar contando hechos reales, lo hace con un ácido sentido del humor que, si bien no encajará con todos, a este redactor si le provocó alguna que otra carcajada. Bajo un comienzo soberbio, en el que el protagonista se encuentra a punto de conocer al hombre de la guadaña, mantiene el interés del espectador a lo largo de todo su metraje. Y esto es en parte gracias a su triángulo protagonista. Si bien Yoav es el centro de la película, la joven pareja que le apoya y le presta auxilio en esa situación es de lo más interesante de toda la cinta. Por momentos recuerda a esa maravilla de Bertolucci llamada Soñadores que, pese a no poseer esa potentísima carga sexual, si se vislumbra en esa relación entre jóvenes en la que confluyen arte -una chelista, el otro escritor- y amistad.

Gracias a esto último la película resulta más accesible y, a su modo, más desatada que como la crítica exclusiva que podría haber sido. Hereda elementos de Godard y les da una vuelta de tuerca bastante enloquecida que, al final, divierte.

Respecto al trabajo técnico lo más llamativo es la tremenda interpretación de Tom Mercier, pero no desmerecen en absoluto sus coprotagonistas: Quentin Dolmaire y Louise Chervillotte; así como la puesta en escena de la película y un montaje ágil que le viene como anillo al dedo.

En conclusión, podemos afirmar que sin ser la mejor película que se ha hecho sobre la inmigración recientemente, sí es una a reseñar en la que la comedia y el drama se fusionan de una manera extraña, hilarante y cargada de energía. Una búsqueda de la identidad agitada e intensa por momentos fascinante y por otros extravagante.