'Infierno Bajo el Agua': un refrescante entretenimiento de verano

'Infierno Bajo el Agua': un refrescante entretenimiento de verano

Valoración: 3´5 Butacas sobre 5

Una chica y su padre tratan de sobrevivir a un ataque de aligátores en medio de un tornado. Estamos tan acostumbrados a que decenas de blockbusters veraniegos busquen cada año conquistar la taquilla a base de explosiones de CGI que es inevitable arquear una ceja al leer la sinopsis de Infierno bajo el agua. ¿Era “Crocnado” un título demasiado obvio para lo que promete ser un refrito firmado por los becarios de Syfy?

Pues resulta que sí, porque Infierno bajo el agua es mucho más que la típica monster movie cutre para rellenar los huecos entre piscina y piscina. Es cierto que la película tiene todos los elementos que uno podría esperar de esta clase de cine (una sucesión de decisiones terribles por parte de los personajes secundarios condenados a muerte, una protagonista que parece imposible de abatir, muchos monstruos apareciendo de improviso para asustar al espectador…) pero están desarrollados con tanta destreza que da gusto ir topándose con ellos.

En primer lugar, la decisión de situar la acción en un espacio cerrado y a punto de inundarse impone una tensión imprescindible para que la historia funcione. A este ritmo contribuye además que las apariciones de los lagartos sucedan en los momentos oportunos y siempre de la manera precisa, según la inminencia de la amenaza: la cámara puede fijarse en uno de ellos mientras otro ataca de improviso por la espalda, o limitarse a captar unas pequeñas burbujas de aire para luego mostrar la gravedad de la infestación con un descorazonador plano aéreo. Todas estas secuencias están rodadas con una inteligencia que revelan la seriedad de la producción.

Otros puntos a favor son unos efectos especiales muy conseguidos y un trabajo actoral bastante sólido al que favorece que se explore con detalle la relación entre el padre y la hija desde antes del desastre, aunque estos rodeos no siempre encajan con la velocidad que debería tener la película tras el segundo acto. Tal vez el componente dramático estaría mejor conseguido de no ser porque resulta imposible abstraerse de lo que uno está viendo: existe un límite en el grado de seriedad que puede conferirse a sí misma una película en la que una mujer herida es capaz de nadar más rápido que un cocodrilo.

Esa discrepancia entre tono y contenido es sin duda lo peor de Infierno bajo el agua, y casi el único argumento que sus detractores podrán esgrimir para criticarla; sin embargo, si uno entra en su juego y acepta las inevitables licencias argumentales que este tipo de cine trae consigo encontrará un blockbuster efectivo, ameno y trepidante con el que despedir la temporada estival.