'Sonic': Rectificar es de sabios

'Sonic': Rectificar es de sabios

3 Butacas de 5

Todo el mundo merece una segunda oportunidad. Incluso Sonic: La película. No, “incluso” no:  especialmente Sonic. Porque, qué demonios, no deja de ser uno de los iconos más queridos del mundo de los videojuegos, y él no tiene la culpa de que algún desaprensivo decidiese comprarse un peluche en Wallapop, atropellarlo pensando en su jefe, rellenarlo de abejas y tomar ese engendro como modelo para recrear digitalmente al célebre erizo azul. Tan terrible fue el primer tráiler que se cuenta que, al verlo, los productores de Cats dejaron escapar un suspiro de alivio.

Pero vivimos en la era de Internet. Una era en la que todo el mundo, hasta alguien capaz de mirar a los ojos a ese infraser salido de las pesadillas más lovecraftianas del diseñador del Paint y llamarlo “Sonic” … todo el mundo, repito, tiene acceso a Twitter. Y el público habló. Y dibujó. Memes, sobre todo, pero también propuestas alternativas mucho más fieles al diseño original. Y los productores recularon, hicieron caso a los fans, y la película se salvó. Fin.

Porque, una vez solucionados sus problemas de diseño, Sonic se ha convertido justo en lo que se esperaba de ella: una comedia desenfadada para toda la familia, con suficientes guiños para contentar a los jugones más clásicos y suficiente encanto para que los más pequeños se lo pasen genial en el cine. No es necesario haberse pasado horas y horas jugando a la Mega Drive para salir de la sala con una sonrisa, señal inequívoca de que tras este proyecto hay mucho más que una rutinaria explotación del factor nostalgia. Incluso si no sabes absolutamente nada del universo creado por Sega, la película funciona por sí misma.

La trama, eso sí, no es nada revolucionaria, aunque tampoco pretende serlo: para gustar, le basta con encadenar todos los tópicos del cine familiar con las inofensivas gamberradas de un Sonic adorablemente hiperactivo. Y, como contrapunto, el regreso del Jim Carrey más físico y desatado para dar vida a un doctor Robotnik cínico, cruel, alocado e imprevisible. Los mejores gags de la película (y los hay muy divertidos) tienen como protagonista al uno o al otro.

Por desgracia, el resto de personajes son tan instrumentales para el argumento que apenas tienen desarrollo alguno. Especialmente sangrante resulta lo del agente Tom Wachowski (James Marsden), un buenazo previsible hasta el hastío y que parece que está allí para que Sonic no tenga que pasarse 90 minutos hablando solo. Es tal vez el aspecto más reprochable de una película que, por lo demás, cumple con lo que se le pedía. No puedo sino admirar el modo en que Paramount ha sido capaz de corregir un proyecto abocado al fracaso por hacer algo tan simple como escuchar a los fans a tiempo. Tanto es así que, si la taquilla acompaña, lo más probable es que la secuela no tarde en confirmarse. Y ojo a los créditos, porque traen sorpresa…