'Madre Oscura': Una casa de caramelo con bruja de medio pelo

'Madre Oscura': Una casa de caramelo con bruja de medio pelo

2´5 Butacas de 5

Si hay una verdad incuestionable en la industria del cine es que los responsables de una película siempre van a buscar vendérsela al público de la mejor manera posible. Después de todo, su dinero depende de ello. Con este propósito, es habitual que los trailers y posters publicitarios contengan alguna exageración solo detectable tras el visionado del film. Frases como “¡la comedia más divertida del año!”, o “¡número uno en Estados Unidos!” son ya promesas vacías de significado, pero cumplen con su función de atraer al espectador casual a las salas. Y estamos tan acostumbrados que no le damos mayor importancia.

Con la “nueva normalidad”, sin embargo, las reglas del juego han cambiado: la mayoría de los estrenos más esperados se han aplazado varios meses (o han llegado directamente a plataformas digitales), y a la gente no le basta con una cartelera conformada por clásicos reciclados para arriesgarse a volver al cine. Hace falta algo mucho más jugoso. Y en este contexto, una cinta de terror que cruza el Atlántico tras cinco semanas consecutivas encabezando la taquilla estadounidense y que viene apadrinada por el mismísimo Sam Raimi suena muy bien. Y si además te dicen que ha igualado un récord de Avatar… resulta difícil resistirse a lo que promete ser poco menos que un título histórico.

Por desgracia, Madre Oscura solo es el resultado de una exageradísima campaña de marketing llena de medias verdades con el fin de inflar un producto mediocre. Entiendo lo urgente que es para el sector que el público regrese, claro que sí, pero las expectativas generadas por una publicidad tan inflada solo pueden ser perjudiciales para una película que, por lo demás, resultaría disfrutable. Y lo cierto es que su impresionante récord solo se debe a que esta fue una de las poquísimas novedades en cartelera durante lo peor de la pandemia en EEUU: con la competencia eliminada y la mayoría de cines cerrados, igualar a Avatar en la cabeza de la taquilla durante cinco semanas seguidas le ha reportado menos de dos millones de dólares de recaudación. Vamos, que no la ha visto nadie.

¿Y lo de Sam Raimi? Bueno, hay que tener en cuenta que el padre de Brett y Drew Pierce, los directores de Madre Oscura, trabajó en los efectos especiales de Evil Dead. Y algo se les debió de quedar, porque es de justicia reconocer que los efectos prácticos de la cinta son estupendos. El problema es… bueno, casi todo lo demás. Porque a ese aire ochentero a lo Noche de miedo le falta el humor y la frescura de esta, y una fotografía meritoria tampoco basta para sobrevivir a las comparaciones con La ventana indiscreta. Ni siquiera con Disturbia. En medio de este batiburrillo de referentes y convenciones del género, apenas hay un giro argumental que la salva de lo rutinario, pero es justo a partir de ese gran momento cuando la película termina de venirse abajo.

El fallo más notorio es que el monstruo de la película, una bruja que hace que las familias olviden a los niños de los que se alimenta, resulta (ironías de la vida) completamente olvidable. Su diseño convence gracias a ese buen hacer técnico al que me he referido antes, pero todas sus escenas son iteraciones del mismo momento, y no protagoniza ningún momento aterrador ni mucho menos icónico.

Tampoco ayuda un ritmo irregular que se ve lastrado hasta el paroxismo por una alarmante falta de ideas. La primera mitad al menos se sostiene por el carisma de sus protagonistas (si hay que destacar algo, que sea su elenco) y un tono refrescantemente cruel. A partir del último acto, por desgracia (y pese a ese momentazo que mantiene a flote la película por sí solo), la historia empieza a dar volantazos sin ton ni son para intentar cerrarse de una manera medio digna, llegando a deshacer parte de sus propios logros argumentales.

Con todo, insisto, en condiciones normales sería un título disfrutable, una de tantas películas de terror que se estrenan cada año y sirven para calmar el hambre del aficionado al género. Su injusta vitola de cinta de culto, me temo, juega en contra de una recepción más positiva. En fin. Le queda al menos el mérito de ser la mejor película americana de terror de 95 minutos de duración que se estrena esta semana. O algo.